La Catedral de Santa Maria del Asuncion

"Cripta"

La llamada “cripta” es uno de los ambientes más misteriosos y sorprendentes del complejo de la Catedral. La existencia de este lugar había sido solo admitida por hipótesis hasta su descubrimiento casual en el año 1999, el hecho de que había sido olvidada durante muchos siglos ha permitido un excelente estado de conservación. Quedamos a boca abierta enfrente de las maravillosas columnas pintadas con colores de extraordinaria vivacidad y la sorpresa crece aún más con los briosos colores de las pinturas en las paredes, que emocionan y borran para siempre la idea de la Edad Media como una época “de obscuridad”. La estrecha entrada atestigua la atormentada historia de este lugar que, realizada como ulterior entrada a la Catedral fué ubicada en dirección de lo que era el centro pulsante de la ciudad. Probablemente después del derrumbe del antiguo Bautisterio, tradicionalmente situado enfrente de la fachada de la Catedral, se tomó la decisión de alargar la nave central de la iglesia disfrutando del espacio vacío que había debajo de ella por el desnivel de la colina, para colocar el nuevo bautisterio. Por esta razón  tuvieron que sacrificar este espacio llenándolo de tierra y piedras y cortando las bóvedas para apoyar el piso de la nave de la Catedral que se encontraba más arriba. 
Propio estos detritos han permitido la buena conservación de los colores preservándolos de la acción de la luz solar y de los agentes atmosféricos. Podemos por lo tanto admirar lo que queda de un ambiente con un vasto ciclo de pinturas a seco articulado en dos partes, la superior casi toda perdida por la destrucción de las bóvedas con las Historias del Antiguo Testamento y la inferior con las escenas del Nuevo Testamento y sólo una escena incluida por los evangelios Apócrifos en el Descanso durante la huída hacia Egipto. Las escenas se fechan hacia el año 1280 y representan una atestación fundamental para estudiar y conocer mejor la escuela de la pintura senesa anterior a Duccio en la cual emergen los nombres de Dietisalvi de Speme, Guido de Graziano y Rinaldo de Siena: una escuela que evidentemente tenía ya su rasgo distintivo en el sentido del color. Dominan la escena los momentos finales de la Pasión de Cristo: la Crucifixión, el Descenso de la cruz y la Sepultura en el sepulcro. Impresionante y sugestivo es el impacto de los hombres y las mujeres que asisten al Drama Divino: se refleja la sorpresa de los que observan la Cruz, percibiendo con claridad la naturaleza divina de Jesús exactamente en el momento de su muerte; hay un indecible sufrimiento de María que no puede permanecer en pie y la ayuda otra mujer; hay un dulcísimo gesto de la Madre que abraza el cuerpo muerto de su Hijo acercándo su cara hacia la de él. Las mujeres participan en el dolor de la Vírgen acariciando con sus caras las manos heridas de Cristo y llorando desesperadas en el sepulcro. En el sepulcro se nota también el dolor de San Juan, el más joven y querido Apóstol y el de San Pedro tal vez más penoso por la conciencia de haber dejado al Maestro en el momento más decisivo renegándolo.  Los que entraban en la Catedral a través de este lugar, no podían no situarse ellos mismos en el Drama decisivo de la historia: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, verdadero Dios y  Hombre, salvación de la humanidad.