Santuario-Casa de Santa Catalina

Historia

La casa, situada en el territorio de Fontebranda que pertenecía al Gremio de la Lana, se articula en tres niveles. En la primera mitad del Trecento, la alquilaron al tintorero Jacopo Benincasa, padre de Catalina, como almacén para teñir las telas y como vivienda de la numerosa familia.

Más tarde, otro tintorero adquirió el edificio, hasta que en 1466, después de la canonización de Catalina, el Gobierno de Siena decidó de comprarlo, presionado por las súplicas de los habitantes de Fontebranda, que deseaban que la casa de la santa estuviese para siempre abierta a la pública veneración.

Para entonces, ya se había formado una cofradía laical dedicada a Catalina, una asociación de fieles cuyas finalidades eran la práctica de las obras de caridad, la penitencia y el culto.

Gracias a la actividad de los cofrades, sostenida por las donaciones de los devotos, tuvieron lugar una serie de iniciativas que duraron siglos y que transformaron la casa en un santuario lleno de obras de arte que recuerdan y ensalzan la vida de la Santa.